Cosas para ver: La Leyenda de Tarzán dirigida por David Yates


En estos tiempos en que los productores buscan maximizar el beneficio recurriendo a "marcas" conocidas o franquicias que resucitar resulta inevitable que un personaje clásico del cine de aventuras como Tarzán tenga una nueva versión. Tras la fallida versión protagonizada por Casper Van Dien (Tarzán y la Ciudad Perdidad, 1998), con la que mantiene ciertos paralelos la trama,  y la divertida, aunque lógicamente infantilizada, película de Disney (Tarzán, 1999), los intentos de resucitar al personaje se han saldado con fracasos, como la deplorable versión animada de 2013. Curiosamente Tarzán sigue vivo en la conciencia colectiva del público. pese a una muy escasa presencia real en el cine y en la televisión para la mayoría del público, demostrando. en ese sentido, lo acertado de la maniobra.

 Y ahora nos encontramos con una versión de elevado presupuesto, financiada por un gran estudio, el claro intento por parte de la Warner de resucitar un personaje que ya dio importantes réditos en el pasado y que, parecen convencidos, puede volver a darlos. 

El resultado es agridulce. Nos encontramos con la versión más fiel al original de Burroughs que se ha visto en el cine, con algunas escenas de gran fuerza visual y un puñado de buenas ideas en el guión, arruinadas por unas interpretaciones frías y un final abotargado y crecientemente absurdo. Acertadamente utiliza el recurso de los flashbacks para ofrecernos una historia de origen sin aburrirnos demasiado contándola entera, pero con los suficientes mimbres para que podamos recrearla en la mente. Pero según avanza la película todo, la simple persecución que está en el centro de la trama, parece alargarse innecesariamente, añadiendo escenas para engordar una historia que se va quedando vacía de contenido.  

Cierta contención, por ejemplo al eliminar prácticamente los elementos más fantásticos de los relatos (véase la versión de Opar), se va finalmente por el desagüe en un innecesario, absurdo y sobre construido climax, en el que los guionistas parecen haber pensado en el último momento, llegados a un punto de no retorno con la trama. Y en él se hace más patente, quizás, otro defecto que ensombrece toda la película, el abuso (que no el uso) del CGI a lo largo de todo el metraje se vuelve aquí exagerado hasta el ridículo.

Alexander Skarsgård, en el papel de Tarzán, aunque posee un físico formidable resulta frío y distante, algo especialmente dramático en las escenas en que debería trasmitir algo de salvajismo animal. Ni Kristoff Waltz, ni Margot Robbie, ni Samuel L. Jackson (que en muchos casos sirve como exagerado contrapunto cómico) consiguen tampoco actuaciones que destacar. Waltz, especialmente, parece repetir algún otro de sus papeles de villano sin creérselo demasiado.

La película hace un esfuerzo por modernizar a Tarzán, por alejarlo de connotaciones coloniales que podrían lastrar su éxito comercial hoy día, pero al enfrentarlo al drama real del Congo Belga (y aparentemente acabar con sus horrores) plantea una triste disonancia entre las nobles intenciones expresadas en el final y la oscura historia real del territorio. Quizás con un final que no hubieran llevado hasta estas alturas épicas, innecesarias para el cine de aventuras, esta sensación de discrepancia entre lo que vemos y lo que sentimos hubiera sido menos marcada, pero posiblemente hubiera sido considerado un final poco lucido para el público actual.

En conclusión, una película de aventuras entretenida, con algún momento vergonzante y unas actuaciones a las que le falta (por encima de todo) carisma. 

Puntuación: 6/10

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